viernes, 13 de abril de 2012

El amor es puro (Padre Zezinho)

Durante el Siglo XX, ese gran papa llamado Juan Pablo II investigó árduamente respecto del "amor puro", o más bien respecto de la integridad del ser humano, llamada Personalismo.
Según el personalismo, somos unidades bio-psico-socio-espirituales, y por ende el sexo, las necesidades biológicas varias como la necesidad de trabajar, el derecho a la salud y otras, no son "esferas" del ser humano, sino conceptualizaciones que en la realidad no pueden separarse.
Si bien el papa Juan Pablo II, desde aún antes de ser papa versó sobre estas cosas (hay mucha bibliografía al respecto, mucha precisamente en verso), fue a mi -modestísimo- entender el padre portugués Zezinho quién iría a categorizar en profundidad el tema.

Justo finalizando un siglo donde es muy común hablar del sexo como "necesidades fisiológicas que hay que cumplir", de los placeres como "derechos que debemos darnos", las tensiones como "hay que descargar", y en definitiva toda una cultura de "yo soy muy importante y yo lo valgo" (y las presiones sociales sobre uno para comportarse de este modo), el padre Zezinho viene a aportar un giro de rosca mejor.
Un giro de rosca devenido de considerar al ser humano como una totalidad inescindible, asequible de ser considerado en su conjunto todo el tiempo y sin excepciones.
De allí que los jefes que esclavizan a sus empleados, las personas que se toman a sí mismos y a los demás como cumplidores de deseos, descargadores de tensiones y toda esa vana escisión que hace el ser humano de sí mismo, creyéndose muy importante pero siendo en definitiva desconsiderado e infantil, pasa bajo la lupa reveladora de este teórico de Juán Pablo II, seguramente también de su propio talento y corazón, y en definitiva de la realidad tal cuál es, desnudada en sus defectos más profundos.

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